REPORTAJE

Cuando la cultura legitima la violencia: Una historia de Paquistán Parte II

Photo: Muhammad Muzamil

 

 

Matrimonios forzados en Europa: Una historia personal

Zeinab tenía diecinueve años, acababa de terminar el primer curso de medicina en la Universidad de Bonn (Alemania) y pensaba pasar el verano como voluntaria ayudando a los refugiados que estaban llegando a las ciudades del este de su país. Sin embargo sus padres tenían otros planes para ella.

-Eso de ayudar está muy bien, Beta, pero ya habrá tiempo para ello -dijo su madre. -Nos vamos en una semana a visitar a la familia de Paquistán. 

-¿Paquistán? -preguntó Zeinab extrañada; ella había nacido en Alemania y jamás había viajado al país de sus padres. 

-Ya tienes diecinueve años, Beta, tenemos que empezar a pensar en tu boda.

En ese momento a Zeinab se le congeló la sangre. Había escuchado miles de historias sobre matrimonios concertados en la cultura de sus padres, pero jamás habría podido imaginar que podía sucederle a ella. El conflicto se desató en ese instante. Zeinab trató de explicarle a sus padres que no quería casarse hasta que no encontrara a la persona adecuada, que le gustaría  terminar su carrera y especializarse antes de formar una familia. Sus palabras cayeron en saco roto.

-¿Cómo vas a encontrar a la persona adecuada si no viajas a Paquistán? -le preguntaba su madre una y otra vez. -¿O es que pretendes acabar con un europeo, un chitta?

Zeinab dejó de comer y se negó a salir de su habitación. Al tercer día sin probar bocado, sus padres llamaron al Imán de la mezquita local a quien Zeinab solía confiar sus inquietudes. Este se sentó en el salón de la casa familiar, escuchando el conflicto desde el punto de vista de la chica y desde el de los padres. Su posición fue clara: Los padres no podían forzar a Zeinab a casarse si ella no quería. El Imán utilizó el Corán para justificar sus palabras, e hizo que los padres prometieran que si viajaban lo harían únicamente para visitar a su familia, no para casar a su hija. Los padres hicieron la promesa entre dientes y Zeinab accedió a viajar con ellos. 

La chica planeó el viaje con ilusión, le encantaba viajar y le intrigaba conocer su país de origen. Sin embargo cuando llegó allí todo el mundo actuaba de forma extraña. La primera noche, cuando fue a servirse más biryani, una de las tías le quitó el plato.

-Si comes más no vas a perder los kilos que te sobran -le dijo.

Zeinab, ofendida, recuperó su plato y se sirvió más comida, sin prestar atención a las miradas de desaprobación de su familia. 

Al día siguiente había planeado ir al mercado local, pero su madre se lo impidió poniendo como excusa la inseguridad de la ciudad y que, además, sus tíos por parte de padre venían a comer. Estos vinieron con su hijo, algo mayor que Zeinab. Durante la comida le hicieron mil preguntas a la chica, desde qué estudiaba hasta sus intereses y hobbies.

-¿Sabes servir el té? -le preguntó inquisitiva la madre del chico.

-Yo el té lo hago directamente en la taza, utilizando el microondas -contestó Zeinab consciente de su provocación.

Cuando los invitados se fueron, la madre de la chica se acercó a ella y le asestó una bofetada que le dejó marcada media cara y todo el alma. La cadena de sucesos que tuvo lugar a partir de ese momento fue un batiburrillo de sinsentidos que dejaron a Zeinab sin saber muy bien si la vida que había tenido hasta ese momento le pertenecía. La chica tuvo que casarse. Antes de la ceremonia, cuando el Imán estaba ya en la casa, Zeinab se encerró en el baño.

-O sales y te casas o me mato -amenazó la madre.

Zeinab salió del baño con el fin del mundo reflejado en los ojos. 

-Una novia no puede estar contenta en las fotos de boda, tiene que mostrarse triste por dejar la casa de sus padres -susurraban las invitadas, tratando de justificar las miradas de pena de la chica.

Poco después de la boda, la pareja de recién casados volvió a Alemania donde Zeinab continuó sus estudios. Cinco años más tarde, cuando Zeinab empezó su residencia, pidió el divorcio. Fue repudiada por su familia y su comunidad. Por las noches, después del trabajo, cenando sola un sandwich frío mientras veía alguna serie, empezó a plantearse su situación: era consciente de que ella había sido afortunada porque era dueña de su vida, y aún así el aislamiento de su comunidad y su familia le afectaba profundamente. ¿Cómo sería para aquellas chicas que dependen económicamente del marido? ¿Deben permanecer casadas a la fuerza? ¿Es ese el destino de ser mujer: permanecer casada si quieres que los tuyos te acepten, dejar que sean ellos quienes dicten tu vida para no ser repudiada? ¿Qué hay de la libertad? ¿Por qué la cultura está por encima de la felicidad, del amor verdadero, del querer lo mejor para los demás? ¿Por qué en pleno siglo XXI la obediencia como forma de control está por encima de la confianza, del dejar que los hijos elijan su camino? 

Todas estas preguntas condujeron a Zeinab a empezar a ayudar anónimamente a chicas de origen paquistaní con sus mismos problemas. Para ello se puso en contacto con especialistas en mediación. El resultado es la creación de alternativas para estas chicas, alternativas que nunca son fáciles, pero que conducen a la libertad.

Mediación en casos de matrimonios forzados 

Cuando un mediador se enfrenta a un caso en el que la violencia es implícita, ha de dejar la neutralidad a un lado. Los casos de matrimonios forzados conllevan un alto grado de violencia psicológica y el riesgo de que ésta desemboque en violencia física. Por lo tanto se ha de considerar la aplicación de un tipo de mediación transformativa mediante la cual el mediador actúa considerando los derechos humanos y la igualdad como punto de partida. Este tipo de mediación trata de convertir las relaciones tóxicas o problemáticas en constructivas, pero sin poner en riesgo a ninguna de las partes del conflicto. 

En el caso de los matrimonios forzados, el conflicto surge cuando los padres o la familia directa pretenden forzar que su hijo o su hija se case con alguien que ellos han elegido. En muchos casos los chicos aceptan el matrimonio ya que la manipulación emocional está presente desde la infancia: “Siempre has de obedecer a tus padres”, “El honor de la familia está por encima de todo”, “Tu religión te obliga a aceptar las decisiones de tus padres”, son frases típicas entre las familias que siguen defendiendo los beneficios de los matrimonios forzados.  Se utiliza a Allah como justificación en la mayoría de los casos. 

Las madres o las tías rezan Istikhara: una oración mediante la que se le pide a Allah que ayude a tomar una decisión. Muchas madres defienden este tipo de matrimonios justificando que hicieron istikhara y vieron clarísimo que Allah quería que la unión se celebrase. Esto es tan solo un ejemplo más del mal uso de la religión para justificar las tácticas de manipulación de una familia y forzar así una decisión. En este caso la figura de Dios funciona como magia, como si de un oráculo se tratase. La figura de Allah, sin embargo, es guía, es libertad, está por encima del “Allah dice” o “Allah quiere”, los deseos e intereses pertenecen a la dimensión humana, y por tanto limitada. 

La mediación tradicional, por la cual ambas partes discuten en presencia de un mediador que opta por un rol neutral, no funciona en estos casos. El fracaso de este método encuentra su explicación en la  diferencia de poder, entre por ejemplo padres e hijos, haciendo imposible el poder llegar a un acuerdo en el que ambos salgan ganando. En muchos casos sucede que los padres aceptan no casar a los hijos, en presencia del juez o de un mediador, y la semana siguiente viajan a Paquistán donde la presión de la familia y la sociedad logra que los hijos tengan que aceptar el matrimonio. 

La mediación transformativa, en este caso, se centraría en los derechos de los hijos a elegir a la persona con quien quieran casarse, o si quieren casarse. Se asegura así su libertad a la hora de tomar una decisión, sin la presión de los padres o necesidades culturales como honor o imagen social. La prioridad es la de construir un entorno seguro, en el que la integridad de la chica o el chico esté salvaguardada, mientras el mediador trata de cambiar la relación patriarcal con los padres basada en el poder, que es lo que causa el conflicto. Es importante subrayar que siempre se intentará alcanzar un resultado positivo para ambas partes; los hijos ganarían su libertad mientras que la familia re-aprendería a tomar sus decisiones no en base a la presión social o cultural, sino considerando la felicidad de todos los componentes de la familia y el derecho a tomar decisiones individuales. 

En Europa este tipo de mediación funciona a través de una dinámica global: el poder judicial juega un papel de gran importancia asegurando que la familia no pueda abandonar el país, o asegurando la seguridad de la víctima, mientras que los mediadores hacen su trabajo. Farwha Nielsen, especialista el mediación transformativa en casos de matrimonios forzados, fue una de las pioneras en introducir este modelo. Según su experiencia, el objetivo no es tanto el restaurar la unidad familiar, sino el garantizar la seguridad individual. Se utiliza la ley para frenar o prevenir la violencia, un factor que normalmente no se considera en los casos de mediación tradicional; estando la violencia justificada mediante la cultura. Farwha Nielsen asegura de este modo que ninguna violación de los derechos humanos quede impune, sin importar justificaciones culturales o ideológicas. 

En Gran Bretaña, algunas mujeres sudasiáticas sensibilizadas con la causa, han creado una organización llamada  “Southall Black Sisters” cuyo objetivo, en caso de matrimonios forzados, se aleja radicalmente de la reconciliación familiar. Consideran que cuando la violencia tiene lugar no hay espacio para el diálogo y la discusión, así que trabajan con objetivos claros: la víctima no puede ser forzada a casarse, no debe sufrir ningún tipo de violencia y sus decisiones han de ser respetadas por encima de todo. Este tipo de mediación, por lo tanto, se centra en el proceso en vez de dar pie a  una situación en la que ambas partes deban estar satisfechas. Priorizan el respeto por los derechos humanos.

Un apunte sobre el género

He presentado en este artículo a la figura de la víctima de matrimonios forzados  como mujer; la literatura sobre el tema tiende a centrarse en la vulnerabilidad de las mujeres. Sin embargo debemos mencionar que los hombres son igualmente víctimas de esta tradición, quizá no siendo potenciales víctimas de abusos físicos, pero sí de violencia psicológica. Los padres manipulan también a sus hijos para casarse con la chica que ellos han elegido, e igualmente no se les ofrece la libertad de elegir su futuro. Por ello, en caso de matrimonios forzados es importante que el mediador identifique también la vulnerabilidad del novio, ya que en la mayoría de los casos tampoco quiere casarse y lo hace forzado por su familia, la sociedad y la cultura. 

Al mismo tiempo debemos reconocer que en caso de divorcio la situación de la mujer es mucho más difícil de abordar que la del hombre, quien podrá volver a casarse o rehacer su vida más fácilmente. El estigma social, en este caso, siempre recae sobre la mujer, siendo este un dato importante a tener en cuenta a la hora de mediar en un divorcio.

CONCLUSIÓN

La mediación transformativa, en caso de matrimonios forzados, ofrece la oportunidad de investigar y trabajar en cómo la mediación tradicional, en casos de violencia, es un método más por el que se justifica la violencia. Muchos líderes religiosos critican el matrimonio forzado en público, pero no trabajar para abolirlo en la vida real. Condenar estos actos les dota de credibilidad, sin embargo recurrir a la ley para luchar en contra de casos específicos de violencia de género y matrimonios forzados puede ser un problema potencial en sus comunidades. Se arriesgan a ser acusados de romper familias, y su poder y liderazgo podrían ser cuestionados. Por ello necesitamos que nuestros líderes se comprometan con los valores  de igualdad y respeto de los derechos humanos. 

Esto conlleva un gran cambio dentro de la cultura, y por ello ha de ir de la mano con la educación. Una educación que equipe a todas las personas con las herramientas para reconsiderar ideas impuestas, que nos permita tomar nuestras propias elecciones morales, sabiendo que estas afectan a otras personas. Necesitamos una educación que nos enseñe a ser responsables y comprometidos con nosotros mismos y con los demás. Necesitamos educar a personas que cambien instituciones, que entiendan que siempre hay más de dos opciones en un problema, que cada decisión se sustenta en una relación de ideas preconcebidas, que a veces pueden entrar en conflicto entre ellas, y que la mayoría de las veces no han sido elegidas conscientemente. 

Este tipo de educación es vital en culturas estáticas, donde se necesitan aproximaciones que empiecen a cuestionar la concepción de la tradición y el papel que esta juega en casos en los que se violan los derechos humanos. Hemos de formar adultos conscientes de que los conflictos son parte de la vida diaria, y por ello hemos de utilizarlos para crear procesos proactivos y constructivos en vez de destructivos. 

La palabra juega un rol importante en este cambio, ya que toda cultura, toda tradición, es al fin y al cabo un constructo. El mito del Golem ejemplifica de forma magnífica esta idea: habla de cómo una verdad, como si de barro se tratase, puede ser moldeada con un objetivo, y cuando esta verdad no sirve puede ser destruida. Este mito cuenta la historia de un grupo de Judíos en Praga, que construyeron un hombre de barro y este cobró vida cuando pronunciaron el nombre de Dios sobre él. El Golem no puede hablar, es simplemente usado como siervo. En su frente lleva inscrita la palabra “emeth”, que significa “verdad”. Según pasan los días el Golem empieza a crecer y se vuelve más grande y fuerte que sus dueños. En ese momento estos deciden borrar la letra “E” de “Emeth”, convirtiendo la palabra en “Meth”, que significa “muerte”. En ese momento el Golem colapsa y vuelve a convertirse en barro.

Esta es una metáfora preciosa de lo que es la ideología: barro maleable con el poder de construir y destruir. En mi opinión esta es la causa de la guerra y la herramienta más poderosa de la resolución de conflictos. La palabra, la narración, es una herramienta histórica de construcción; creamos nuestra identidad y nuestra historia narrando lo que sucede alrededor para entender, justificar, poner en duda y reconstruir. Narremos un mundo libre de violencia, narremos nuestra identidad de forma constructiva, libre de miedos, libre de egos separatistas. Ojalá las historias del futuro tengan como protagonistas a mujeres y hombres que utilizaron su poder para construir la libertad de los demás. Ójala una nueva narrativa global basada en la no violencia. 

 

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 1 Significa “hija” en Urdú y se utiliza para llamar de forma cariñosa a las jóvenes de la familia.

 2 Plato típico de Paquistán e India.

Bibliografía:

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