Reduciendo la brecha digital a través del envenenamiento

La fabricación y el consumo de aparatos y dispositivos eléctricos, informáticos y sus combinaciones, aumentan como consecuencia del actual modelo socioeconómico de crecimiento ilimitado basado en el consumismo.

De esta manera, cada vez se desechan más ordenadores, teléfonos y otros dispositivos electrónicos. 

 

En el crecimiento de los RAEE (residuos de aparatos eléctricos y electrónicos) han provocado el aumento de la producción y el mercadeo mundial de aparatos electrónicos así como el acortamiento de la vida media útil de los aparatos electrónicos ya que es más fácil la sustitución que la reparación de los aparatos. El problema que se ha añadido es la falta de alternativas para la destinación de AEE inservibles.

 

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) estima que se generan alrededor de 45 millones de toneladas de productos electrónicos desechados en el mundo cada año.

 

Toda basura electrónica contiene y genera residuos peligrosos y debe tratarse como tal: basura tóxica y peligrosa. Se estima que entre el 50% y el 80% de los desechos electrónicos de EEUU, Japón y la Unión Europea se transporta a vertederos localizados en China, India, Nigeria, Pakistán y Ghana.

Normalmente, el envío de material electrónico usado a países en vía de desarrollo se denomina “reducir la brecha digital”. Pero, con demasiada frecuencia, esto simplemente quiere decir que equipos inservibles son enviados a países pobres. Un estudio señala que entre el 25% y el 75% de los “bienes de segunda mano” importados en África no pueden ser reutilizados. Los residuos llegan al puerto de Tema en Ghana, se convierten en plomo, mercurio, cadmio y metales pesados diversos, plásticos u otros materiales contaminantes y tóxicos que suponen tierras enfermas, aguas envenenadas, aires contaminados y vidas condenadas. Son las donaciones del primer mundo para reducir la brecha digital.

El vertedero  de Agbogbloshie situado en Accra, la capital de Ghana, está entre los diez lugares más contaminados del mundo, por encima de Chernóbil. En él trabajan niños y jóvenes entre 5 y 18 años para ganar dinero. Los niños desmontan la chatarra electrónica teniendo como únicas herramientas sus manos y una piedra para buscar las partes que contienen aluminio y cobre. Para obtener el cobre de los cables deben quemarlos liberándose así, partículas de polvo y vapores potencialmente tóxicos que penetran en sus pulmones. Tras su procesamiento, el cobre y otros metales son vendidos a distribuidores locales por 0,44 dólares el kilo.

Según los resultados epidemiológicos de un metanálisis de Grant, la exposición humana a los residuos electrónicos sugiere una asociación con enfermedades que afectan a la reproducción, al neurodesarrollo, a los sistemas genómico y hormonal y al aparato respiratorio. Un estudio de la Universidad de Ghana, explica que el nivel de exposición de estos contaminantes en Agbogbloshie sería 50 veces mayor al máximo establecido por la Organización Mundial de la Salud.

Además de los riesgos para la salud humana, el medio ambiente también se ve afectado. El mercado de Agbogbloshie se encuentra en un terreno llano al lado del río Densu que se desborda con frecuencia tras fuertes precipitaciones. Así, hay muchas probabilidades de que las partículas de polvo superficiales y los suelos contaminados sean transportadas del emplazamiento al río y a las lagunas circundantes.

Greenpeace hizo una petición para que los fabricantes de los productos electrónicos eliminasen las sustancias peligrosas de éstos y que se hiciesen responsables durante todo el ciclo de vida de sus productos. Pero la realidad dista mucho de esta propuesta. 

A falta de empleo, cientos de hombres, mujeres y niños sobreviven escarbando en la basura del gran vertedero de Agbogbloshie para extraer cualquier objeto de valor que puedan revender. 

 

Alternativas emergentes

El proyecto MakerSpace Platform (AMP), es una organización creada por dos arquitectos:  DK Osseo-Asare, Yasmine Abbas; que busca crear herramientas adecuadas conjuntamente con los trabajadores de Agbogbloshie, empujándoles desde abajo, conociendo el terreno, apoyándoles y tratándoles como protagonistas de cambio, empoderándoles; no tratándoles como víctimas. 

Es un proyecto que fomenta la creación de Tech Hubs en África; centrándose en dar una nueva vida a la basura, crear a partir de los desechos y hacer que los productos tóxicos vuelvan a ser fuente de desarrollo. AMP, trata de conectar el espacio de ‘innovación’ africano con una dimensión ‘más física y manual en oposición al mundo limpio, cómo y virtual de las aplicaciones y el software digital’ con la ayuda de arquitectos e ingenieros.

El proyecto es un proceso de educación cuyo fin último es la autonomía. Consta de cuatro fases que se dividen en la educación: Los fabricantes manejan los desechos electrónicos de acuerdo con las mejores prácticas. El tooling: Los fabricantes reciclan basura electrónica para hacer productos de valor agregado. El diseño: Los fabricantes ganan dinero vendiendo los productos de valor agregado que fabrican. La empresa: Los fabricantes construyen sus propias cooperativas comerciales. 

Los desafíos ambientales son enormes, pero Agbogbloshie es un modelo del cual podríamos aprender: una red distribuida de fabricantes que reciclan la ciudad desde la base. AMP tiene como objetivo aprender de Agbogbloshie, con el fin de ampliar su potencial como modelo de ecosistemas micro-industriales para una aplicación más amplia.

Todo un dilema ¿Posibles soluciones? 

¿Hasta qué punto es ético que un determinado país (o incluso una determinada Comunidad Autónoma) envíe sus desechos a otros países? ¿Prohibir la exportación de basura electrónica desde los países ‘desarrollados’  a los países ‘en desarrollo’? ¿Regular la situación mediante políticas transfronterizas, desarrollo de métodos de menor impacto en la salud y el medio ambiente que permitan mejor gestión de los RAEE? ¿Dejar las cosas como están porque suponen una fuente de ingresos para la gente que vive allí? Y tú, ¿qué solución propondrías? 

¡Sé factor de cambio!