Opinión: Jihan Dahou

El drama del porteo. Una injusticia a la espalda

porteadoras
Mujeres de distintas edades, de distintos puntos del reino marroquí que en algunos casos se han trasladado al norte y en otros son de la región, sacrifican a diario su integridad física para conseguir un puesto entre la muchedumbre que hace filas para entrar a comprar productos europeos en Ceuta y luego revenderlos en Marruecos. Se dedican a portear para poder sobrevivir ellas y sus familias. Cínicamente, su actividad se llama comercio atípico, tan atípico que prácticamente cada mes hay un porcentaje de muertes por asfixia debido al aglomerado de personas que se forma en las puertas fronterizas. Tan atípico, que ganan menos de diez euros por cargar a sus espaldas más de noventa kilos. Tan atípico que los propios policías y guardias de la zona definen como un sistema inhumano de la edad media. Porque estas mujeres y su comercio atípico está bajo el control de mafias y explotadores que encuentran su libertad en un hueco legislativo entre las tierras de un continente rico y de otro pobre. En la zona norte de Marruecos, el contrabando es el segundo motor económico y sólo le gana el narcotráfico. Y aunque este fenómeno esté relacionado con Ceuta y la región de Tánger-Tetuán, también existe, y con fuerza en Melilla y Nador. Ver a estas mujeres cargadas con fardos de hasta 90 kilos por los estrechos pasillos de El Tarajal, nos devuelve en milésimas de segundo a los siglos de la esclavitud. Europa tiene muchas vergüenzas, pero la situación de las porteadoras es una vergüenza que ya cumple 50 años.
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